Papuch:
"Papito chulo, te quiero mucho corazón!!"
Hay cosas que aunque intentemos entenderlas no comprenderemos hasta llegar a donde nos llevaban...
"Papito chulo, te quiero mucho corazón!!"
PARTE I
"" Mi bisabuelo paterno Jacinto Samayoa, fue un hombre recio, bravo y valiente; profesor de esgrima y agricultor por tradición. Originario de Canalitos de donde siempre fue vecino, no tuvo muchas propiedades, pero sí el enorme sitio donde vivía en el pueblo y algunos terrenos en las montañas, al oriente, en donde cada año sembraba milpa, cuya cosecha alcanzaba para alimentar todo el año a la familia y al ganado y todavía vendía un poco.
Siempre trabajaba y jefeaba a sus hijos Silverio, Esteban, Serapio y Joaquín, todos eran casados pero vivían vecinos y trabajaban unidos, los contaban entre los más pistuditos del pueblo, LOS CHINTOS.
Enseñó a sus hijos a labrar la tierra, a aserrar madera, a ser todos cumplidores, responsables y cabales. Y era el maestro de esgrima de sus hijos.
Para la enseñanza y práctica de esgrima tenía el sitio muy bien limpio y arreglado para el efecto, cada uno tenía su machete, con filo suficiente para razurar al más peludo, su buen puñal y en la cartera, llevaban siempre la magnífica, estampitas, un pequeño rosario y dinero para cualquier emergencia. Los cinchos que usaban eran como cinturones de cuero de dos capas, arreglados para guardar monedas en fila india entre capa y capa, a manera de reserva monetaria para algún caso de emergencia, por ejemplo caer presos, si les recogían todo y como en aquel tiempo, no se acostumbraba quitar el cincho a los reos, siempre tenían dinero para mandar al centinela o custodio a comprar alimentos o licor. Y a veces servía ese dinero para comprar al custodio y poner pies en polvorosa huyendo en zigzag para evitar ser tocados por alguna bala de escopeta, fusil o revolver disparada por algún custodio descuidado o traicionero.
Pero el que le hacía una traición o una mala jugada cualquiera de los Chintos debía encomendar su alma a Dios porque no pasaba mucho tiempo para verlo ir horizontal, seguido de los dolientes a descansar al camposanto. Del grado de la mala acción hecha a los Chintos, dependía como quedara el cadáver, algunos quedaban con una sola puñalada en el pecho, otros con un machetazo en el cuello y algunos hechos picadillo. Las autoridades del pueblo les temían a los Chintos, porque ellos jamás buscaban pelitos pero no se quedaban con nada.
Si había que cobrárselas a alguien se celebraba el consejo de los Chintos y si el fallo era liquidar, éste se cumplía en cualquier calle o camino, por el primer Chinto que se topara con el ofensor.
Nunca ocurrió esto en cantinas ni con armas de fuego, fueron hombres que se batían con solo el machete o el puñal hasta vencer y cada riña era duelo a muerte.
Las riñas comenzaban así:
-Chinto: Aquí venís Fulano?
-Fulano: Aquí vengo!
-Chinto: Encomendá tu alma a Dios porque hoy te morís. Se te ofrece algún mandado para tu familia?
-Fulano: Sí, que vayan a tu entierro y a tus nueve días, si es que todavía podés dar el mandato.
Cuando esto se decía cada quién tenía ya empuñado su machete y desmontado de su caballo, Fulano quedaba muerto, la suerte o la razón de la riña le habían sido adversas, Chinto se escondía unos días y volvía a su vida normal.
En aquel tiempo atacar a traición era la más grave ofensa que se hacía a Dios y a la sociedad y quien lo hacía era apedreado por el pueblo y odiado hasta de sus propios padres e hijos.
Corrió el tiempo, la fama de los Chintos, como hombres de verdad se expandió y puso en que pensar a los hombres de Palencia, pero ninguno de éstos se atrevió nunca a concertar un duelo con ninguno de los Chintos, ni hubo nunca razón para ello. ""
...próximamente PARTE II